24.3.07

revólver afrodita

Encebollar el corazón no para que llore como el eco de un niño en la espesura húmeda de una otoñal umbría de una venus irrespirable, sino para mejorar las sangres.
El mito es un aliento, y no al revés de cómo lo suelen decir quienes lo dicen.
El redoble enamorado de hacer foco en el vacío y divisar una fina partícula de polvo desplazándose graciosamente. Criaturas de sales con orejas de bambú y pelos de árbol descuenden estos aristimuños misterios en tachuelas de efluvios y babitas destejidas en donde a cada quien le hace sonrisa lo blando de una mano que roza su mejilla.
Llegan despacito, sin hacer ruido, sin dejar huellas...
Amazónica Venus Victoriana increpando a su gemela Venus Pajarera de no escucharla mientras esta última, intenta ignorarla entablando coloquio en doble lengua con la Mantis Rulero quien, harta de escuchar a la del medio, piensa para sí que la primera desconoce -cegada por los celos y la cal viva- los beneficios de no tener que escuchar tales divagues amoriles sobre la joven violonchelista y el ambicioso bordador.
“Al parecer, todo indicaría que viajaron una tarde en el vagón de un subterráneo cualquiera. Tan ambicioso era el bordador que fijó un hilo para poder encontrar a la joven chelista entre los túneles. Claro, no viajaban en el mismo vagón de un subterráneo cualquiera.
¿Y pueden creer que el ambicioso bordador halló a la chelista donde el hilo estaba roto?.
Ella esperaba con el extremo roto del hilo en su mano.”
Mantis Rulero hubiese devorado su cabeza sin pensarlo; pero no tenía apetencias lésbicas.
La envidia es un alfiler con dos puntas o dos cabezas, según como se la... que a fin de cuentas nadie es sastre aquí.
Cuando Calderón Acero las vio llegar, tomó una gran bocanada de aire, se contuvo, abrió la puerta y las siguió con su mirada hinchada mientras pasaban.
Falto de todo tacto y asfixia, Conectitaque se abalanzó a las tías disparejamente, pero igual para con cada una de ellas que lo recibieron con besos, abrazos y esas torpes preguntas que al hombrecito lo ponían de mal humor.
¿Quién es tu preferida?.
A lo que el hombre pequeño respondía levantando su remera y declamando: ¡Mi guatita perjumadita está limpia!.
La muestra de tierno horror y sospecha de si ese hijo era hijo de su único hermano, las dejaba de duda en vilo, silenciosas hasta que la vieja gaveta tocadiscos refunfuñaba un poco y desenredaba la semántica de esos artilugios de adopción, posibles vástagos extramatrimoniales, engaños maritales y esas cosas que las tías no sabían porque eran tías.
Calderón, el abrepuertas -es esa su sola y única labor- ingresó con una bandeja repleta de refrigerios y una insoslayable voluntad de no probar los elementos de esa áurea atmósfera reinante.
Por entre las notas musicales de la gaveta, una voz ronca y con acento se iba haciendo más y más presente.
Venus Carroña, entraba sonriente con el pequeño Conectitaque de la mano y su ombligo por el rabillo de la remera y un infragante dedo meñique en su-- se dio cuenta.
[cuidado que no se limpie en una de tus prendas]
Los labios del hermano menor al articular palabras daban principio a una deformación del aire hasta transformar sus emisiones en vapores flamígeros.
¿Es bueno que una mujer me quite el sueño?...
Las hermanas se observaron, no dijeron nada.
No espero que me den una respuesta.
Las hermanas respiraban aliviadas sonriéndose unas a otras con achinada gracia aristocrática mientras Calderón les acercaba una taza de té.
¿Es bueno que una mujer no me quite el sueño?...
Las hermanas, atascadas con el soplo de un dedo en el asa al borde de la taza cuyo sorbo, no notaron hirviendo en su garganta; las adormeció.
El abrepuertas -cuya única tarea no habrás creído era sólo esa- se contenía de reír; su vida dependía de ello... creer que eso era lo único que hacía...
¡Papá tiene novia!...
La exclamación quebró las capas de maquillaje haciéndolas descascarar.
Tras esa angelical... bueno, no.
Tras esa cortina de humo en piel, una mueca de alegría restaurada por un falsificador de poca monta -quien seguramente habría prestado otros servicios a la solterona, la divorciada y la viuda, respectiva y correlativamente- bufoneaba la noticia estrepitosamente.
Besos, abrazos y el recelo de saber que ninguna de ellas era la preferida.
Venus Carroña miró a su hijo y le indicó que fuese a jugar. Calderón, azulado, le siguió detrás mientras el niño planificaba algo vinculado a castillos, caballos y vaqueros.
Carroña se sentó y vio a sus hermanas aún de pie, rígidas.
Esperaba fuese diferente. Creo que me equivoqué...
Mantis quiso darle el consuelo que le latía dentro, que de verdad estaba hastiada de ocultarse y deseaba que-- pero mientras la del medio sujetaba sus brazos, la ciega paralizaba su motricidad con la cuerda de un violonchelo...
Un centímetro más, y las tres hubiesen muerto.
El ambiente se enrareció con una densidad que hubiese aplastado a Conectitaque, aún muy pequeño y frágil para tolerar tales condiciones.
Venus Irrespirable, de entre las sombras, emergió siniestra y sin un brazo; apagado por la luz reinante.
Se cree que uno solo de sus besos basta para secar el espíritu de un hombre.
Ahora que estamos todos, ya no es necesario...
Venus Carroña guardó sus manos en los bolsillos.
Victoriana, Pajarera y Mantis se dirigieron hacia la salida, mudas, mordiendo preguntas, identidades, conjeturas.
Hermanas...
Al girar, las vieron venir; una para cada una. Irrespirable agradeció, pero rechazó el ofrecimiento devolviéndolo con el revés de su única y oscura mano.
Mientras la mayor se disipaba en los corpúsculos, esperando un día alguien haga foco en sus ojos-partícula, las otras tres lagrimeaban algo dolidas por la traición de ese hombre que era feliz aún con el odio que ellas le profesaban con hondo cariño; como la tierra en el cuerpo de una ceja de dientes afilados, desencajada y corrupta de vida.
En el jardín, Conectitaque jugaba con la figura de una radiante mujer. Calderón Acero respiraba apacible, releyendo el querer de un viejo amor mientras fumaba.
Perdonar es perdonar... ser libre es otra cosa. Es irse de este mundo sabiéndose amado. Sintiendo que esa sola persona, lo valió. Escoger ser por entero suyo...
Venus Carroña era feliz. Había sido encontrado por una mujer gustosa de despertar con él, de despertarlo y que él remolonee tanto más que Conectitaque... una mujer que se sentía feliz de ser la madre de su hijo.
[¿creíste que se trataba de otra y que ella estaba muerta?. De seguro la confundiste con Venus Irrespirable]
[no creas todo lo que lees]
El lechoso jugo laminado se escurría en el apretujado estrangulamiento manuprensivo de las tías poco afables y ofensionadas por esa costilla fraterna, apócrifa de hermanitud y rancios refrigerios.
Las reuniones familiares que nunca habían sido como las de antes; no volverían a ser como las de antes.
Irreconciliables, yéndose tomadas del brazo -y un olor agridulce- la una de la otra, al unísono en que su hermano salía al jardín para jugar con su familia, todos, cada quién a la dureza de su blanda mejilla al roce de una caricia, despertó en la aludida un estornudo...

Obumbratta; la hija del cultor de cebollas...

[...a quién Conectitaque llamaba “abuelo”]

13.3.07

sorditos desbordarse

Diez y nueve (equis i equis) pequeños anecdotarios para construir historias destruyendo melancólicos ratitos de melancolía, como quién escapa descolgándose de la oreja de un hombre hecho de madera para hacerse un recital en la barriga (con trompetas y todo, porque le gustan las trompetas) de aserrín... te contaré esto para que te veas lo bien rara y nutrida que fue mi infancia desde la mecánica inventiva de crear juegos y juguetes a la de interpretar que las colonias uruguayas podían ser gigantescos campos para piojitos. Resulta pues que para un servidor, la canción decía así, con viruta y un poquito de tos, pero sin astillas: “Aserrín, aserrán, los maderos de San Juan...”
San Juan provincia o bien el lugar donde se hacía el resero blanco... cosa estimulante esta de algo que reza mientras alguien le sirve un vaso de vino.
Claro, en la ciudad es copa porque es más progre... como pintarse el cabello de rojo y autoproclamarse comunista de los pobres... en el sentido opuesto al que piensas.
El tanito y cuatro temas como puntos cardinales.
Sí, te dará dolor de cabeza si sigues leyendo con la vida torcida. No... no es mi culpa que las palabras te la tuerzan.
Enderézate que lo que sigue es importante.
El primer hombre estaba hecho de madera, pero el amor lo consumió por completo. Tanto, que ni siquiera tuvo tiempo de entregarse a la bebida por una pérdida irrecuperable (caso contrario no tendría sentido el ser un trozito de árbol ahorcado en la rama de un árbol más grande.
He ahí pues, el origen de la canción y esta mentira.
¿O no se puede partir de una idea absurda para tener un pinocchio?.
(¡ballenas!)
Cuenta los pasos que, donde halles una silla vacía, habrá un lugar entre el número de tazas y servilletas en la mesa.
Para leer por la tarde entre cafés y charadas (porque fueron escritos por la tarde entre cafés y charadas), la gerencia sugirió subtitular los asuntos ya que nadie comprendía palabra alguna de lo que decía el que, descolgado de la oreja, repetía incesantemente señalando con gesto de trompeta las panzas ajenas.

[sapitos de troya]
Goi Goi, serio como un escrúpulo y un escrúpulo nada más puede serlo, ocupado, sobrio y tajante en sus decires, implacable en la meticulosidad de sus actos, no dejaba gota y suspiro de pétalo en el pecado. Su honor y hombría lo precedían tanto como su homosexualidad.
Quienes no lo conocían pese a tratarlo, lo creían un apéndice de la soberbia y la falta de humor en todos sus sentidos.
“Putito de asterisco en punto”, murmuraban los obtusos descuidados que no se percataban de la sensibilidad de este ser quien, lejos de alguien maravilloso y por ende, posible, compartía algunos de sus ratos, jugando con un mapache enano de cola corta que de cuando en cuando pendía de su bolsillo y otras tantas se aferraba por el borde, asomando su mirada de antifaz. Era aquél mamífero la lepidóptera extensión de su alma enclosetada en la sonrisa de sus mercurios mostachines.

[llavero]
Diestro de luna en cuarto menguante, se rajaba cada noche para comerse los pollos de las casas vecinas.
Un día las gallinas le sacaron los ojos (los de abajo) -shingon del asesino perdonado y la prostituta- y los hicieron papitas al horno.
Hoy día nadie le da importancia a aquél suceso, salvo cuando alguien pisa un huevo de gallina y exclama “caquita de perro” aferrándose a la idea -con las dos manos apiñadas y compungidas- que en el futuro, no le venga un picotazo que lo deje ciego de la cintura para abajo.

[menuditos]
Hay francotiradores en tu henchido pecho jaspe apostado de corales peces globo. No escupas; apuntan al dedo que apunta a mi río, telescópicamente con infragrises, pero del lado donde se supone está vacío.
Astutos, saben que está ahí, no porque duele (sí, duele), ni por los latidos del lado equívoco de las razones.
Escuchan el agua.

[erizo]
Goloso con pintitas lacerantes, tenía inigualables extremidades para recoger papeles a toda prisa sin más aire que el que sus escamas le permitieran inflar.
Eso sí; tenía mantenerlas que en remojo para no hincharse de un color gracioso.

[ahogo]
Era tan pequeño que al nacer atascose en la garganta de su madre.

[huérfano]
Creció guachito y sin teta.
Nunca se hizo rico.
Nunca se encariñó con las monjas.
Sin daños a terceros, falleció entre rapiñas y cáscaras de maní.
En cuanto saldó su entrada al cielo, buscó a dios y le dio un flor de guantazo en la trompa.
Nunca tuvo grandes aspiraciones para la diplomacia.

[tacto]
Como que te desenvuelvan, te encuentren atractivo, te digan “dulce”, “caramelo” y te metan un palito para hacerte chupetín.

[golosina]
Se empachó de flores y no era para nada vegetariano.
Al tirarle del cuerito, vomitó diez pesos en monedas y un taxímetro.
No regales flores a quien tiene una demora.

[medicinas]
A las gardenias besos molidos con huéspedes en un ombligo hecho de plantíos de duraznos.
Dos cuerpos y un jarabe.

[sexo]
Recorrer con el deseo, la lengua a nuez y boca desde un hasta para saciar sed, aroma y gotitas de hombro en una fruta dormida.

[cadencia]
No verte y errar por una letra el estrabismo de perpetuarte a ojos cerrados.

[faisanes]
Apuraos que el estómago no entiende de hacer fila y, mucho menos, de hidratos de carbono en charola en estados de emergencia.
El rescate de alimentarnos con salvavidas.

[sobras]
Olvidar el mantel y todo recato al usar los cubiertos en ti.

[desnudos]
Con el desparpajo de la imbecilidad y el trueno, sacó su culito por entre las nubes y llovió.
...no tenía papel higiénico.

[paraguas]
¿Y qué tiene de malo no usar ropa interior en momentos de ocio?.
¡No abro nada!.
Rayos y centellas; let de superhéroes tranquilos, será de dios...

[aire]
Tres días de burro muerto y anexo calor se le funguearon en las hendijas de los dientes.
Que pobre sería, que no tenía ni una ventana en las mejillas.

[sonrisa]
Un final triste para quien disfruta el maltrato.

[carencia]
Atiborrado de nubes en el botón de su apetito, levantó las cosas dando coletazos, desovando pataditas entre las mesas.
“Pescado.”
Había estado conversando solo.
“Pescado”.
Parecía un loco discutiéndose a sí mismo, reprendiéndose.
“Pescado”.
La atención a ese compendio de aventurosas desventuras, parecían perturbar el ambiente, imbuirlo en una hipnosis.
“Pescado.”
Bicho de agua se descuida y lo último que siente antes del destripe es el anzuelo.
“Pescado”.
Una y otra vez.
“Pescado”.
No importó que se fuera sin pagar.
“Pescado”.
El mozo estaba irritado porque se fue sin dejar final...

1.3.07

imaginando al imaginador

Ante la titánica configuración de una curiosidad gestada, el desafío de las interrogantes y una decepción bien fundada, silabeando se confabuló un encuadre diferente, desafiante.
Escribía en trepando cuadraditos en folletín papelito con forma de mujer-boleto de un día-tren con girondos sin girondos, de esos en que se desea a toda costa, sin ninguna medicina, nacer con uno de esos botonitos de autodestrucción masiva para erradicarse de las faz de la tierra. No evadirse; destruirse. Sin embargo para eso necesitaría el bendito botoncito brillante, pero así nada más no es posible. Todo el mundo sabe que ese invento chino es yanqui y cuanta más pompa tenga, mejor.
Si no viene con bunker a miles de metros de profundidad de la superficie, dos llaves que giran hacia la izquierda y encienden una lucecita que pasa de roja a amarilla y dos tarjetas con códigos secretos que llevan dos tipos trajeados de gafas oscuras y maletines encadenados a sus muñecas y que al introducir el código y pasar la banda magnética de las tarjetas la lucecita pasa de amarilla a verde y ahí sí, sólo falta apretar el botón, pero no olvidemos que para hacerlo la luz debe estar escasa, la mesa tiene que ser larga y ovalada y debe haber, sí o sí (abstenerse de tal empresa caso contrario) un adorno con la banderita simulando flamear.
El efecto de la intermitencia de la luz roja en los sobrerelieves del rostro es imprescindible para el clima de tensión. Silencio absoluto. Todo eso sirve de nada ante un desorden del primer tipo -éste tipo, uno, yo- que entre maldecires y “carajos” se acuesta esperando encontrar el botonito bajo la almohada y apretarlo sin dubitar...
Si le dieran el otro botoncito; el que erradicaría toda la humanidad... bueno; mejor no preguntarle.
No es de las personas que sufre, sino de las que lo disfrutan sea propio y ajeno aunque no le guste (a veces no se está seguro que sea humano). Entiéndase que lo disfruta, no lo inflinge. Y tal vez por eso no concilia el sueño. ¿Qué males lo atormentan?. Piensa al respecto y... ninguno. ¿Qué mal ha hecho?... piensa un poco más... cree que ninguno, al menos no que él sepa. ¿Y entonces por qué no duerme?. Viene la lluvia con un nombre ajeno, algo dentro suyo se corre de lugar. Podría ser que algo dentro de él se corre de lugar, pero es él quien se corre de lugar dentro de la lluvia... sin nombre alguno.
Similar al deseo de dormir y no dormir como si fuesen dos llaves o dos tarjetas con algoritmos, pero... el tacto piel de un sueño desgarrado parecía haberlo sumido en las fauces de un día guerra; saltaba las gotas y los charcos como esquivando balas, minas antipersonales (son antipersonales porque quienes las entierran no dejan su firma o en el peor de los casos, dejan algo así como un "Disculpa, no es nada personal".
Los tigres al nacer no tienen rayas como las que tenía ese sueño de papelito mujer por sobre los árboles y del que despertó entreabierto, mordiendo y babeando la almohada. Parecía haber respirado el mismo aliento de un balcón y una copa. En sus ojos -las violetas saben de esos ojos- no había color; eran de opacos y absorbentes vacíos. Era un buen día.
La tormenta estaba afuera a corazón abierto, y el no había usado sus bisturíes, bisturís, bisturises... enterró manso su mano opuesta trasvasando la consistencia de sus huesos.
Los fracturó al expulsar su puño con la captura moribunda de eso que le hacía vida con una bruma delicada que se condensaba en él hasta mimetizarlo.
Precipitábase en él desde sí, desde aquél espacio dejado por ella; ella derramándose a la vez lo bebía entre curando con su boca y besos el vacío dejado; pisando el corazón expulsado, el rechazo... ¿y qué si no era más sueño de ella hecha tempestad que el de él condensado en sus senos?...
Tenía las rayas del sueño sobre su lomo. No, no era un depredador. No es una criatura que quisieras encontrar en tu cama sin que te refleje (tampoco deja de serlo a pesar de sus colmillos).
Podría contar una historia que todos entiendan (él cree que no podría) podría esquivar al universo y sólo contar con una voluntad única y un espíritu férreo. Podría hacerlo matemáticamente... siempre se preguntó por qué en la escuela primaria y secundaria tenía que usar hojas cuadriculadas para hacerlas... podría ahorrarse hacer ese tipo de preguntas y parecer menos imbécil. ¿Tu crees?... ¿Y qué le quedaría por pensar a los auténticos imbéciles?... no parece ser tan malo después de todo; no como quisiera. Además, nunca fue bueno con esto de los cálculos, el mercadeo y las economías telescópicas; ha de ser por eso que prefiere escribir trepando cuadraditos como quien descifra un milagro. Él sabe que las matemáticas lo contienen todo, incluso a la naturaleza misma. Le pelea con libros y jardines por desorden y diversión. Números reales, irreales, concretos, fracciones... cardinales.
...un poco como los sueños.
Y despierta masticando la almohada que creía haber estado masticando cuando despertó por primera vez... sólo que la primera vez estaba en compañía de una naturaleza repleta y desnuda como un pie descalzo que intenta treparlo horizontalmente y no por ello se crea que lo camina... un solo pie no camina (da saltitos).
Se relame por segunda vez, refriega sus ojos por segunda vez; no están sino llenos y la lluvia no es la misma.
La diferencia es que la que lleva dentro guarda la esencia de alguien que se entrega; y él sin paraguas dentro, la recibe. Está enojada como cajita china y le quema las manos. No está cerrada, pero no deja que él la abra. Un sello de papel reza "No me gusta que me hagan sentir lo que no me gusta". Algo se escucha dentro de la cajita. Algo que apenitas rompe el sello y lo mira por una hendija sin que él se dé cuenta. Como al despertar por segunda vez; él se sentía observado y no era sólo la lluvia... ¿puede ser confuso algo complejo?.
¿Y si esto está escrito para que lo entienda una sola persona y no es una adivinanza después de todo?... nadie tiene todas esas respuestas. ¿Y él qué?, el puede perder las esperanzas si no las busca, las descubre o las inventa. Si pierde eso, ya no harían falta botones... salvo los de una flor.
O los de una cajita que ruge escribiendo en cuanto papelito se le cruza, lo que sólo ellas, las flores, saben.
Entre gotitas de lluvia, el frío traducir como miedo no debes. El miedo es algo vivo, capaz de amar.
Lo bueno de decirlo todo, contarlo... sin decirlo.
Touché!.