18.7.07

entrelabios

Despacito muérdeme hasta arrancarlo... despacio, despacio... déjale la cáscara y el sabor a fresa... déjale el sentido de ser una boca obsoleta sin el agua de tu lengua... lento, pausado... que se agite en una respiración eterna y un perfume de licores en el aire...
Cualijera diría que haber mal escrito pude y sin embargo nada hay que retenga tal improperio (devenido de la cosa material fijada y/o amurada).
Eso es un beso.
Que no me dejaste ni flamenco rechazarlo cuando de golpe, tropezón y a tu nombre, me lo zampaste con la anarquía de un quelonio un día de aquellos en que los niños vestimos de fiesta, colores y escuela. Último día de mis días y horas promediadas a la vera de mi cumpleaños, en ese colegio que recuerdo entre viboritas, silencios y diminutas mafias alrededor de un resinoso gomerito, puñetazos, patios enormes y dos críos que a la edad de cinco y seis, ya sentábanse a almorzar con los mayores. Grandes y hondos platos de cerámica repletos de un potaje hecho a base de salsa blanca y espinacas procesadas... deliciosamente horrible. Quien no dejase el plato limpio, perdía su derecho a probar el segundo.
Aquí faltaba siempre un beso y un socorro materno.
Sin soltar la tortuguita -todo lo contrario- no lo pensaste más que en esa duda aquietada al pie de la entrada a de la habitación, un dos pasos, salto y precipitarte encima.
Derribado contra la cama de mis padres, con los brazos a los lados asidos de las muñecas por tus manos, tu boquita quedó tan cerca de la mía que mis labios sintieron los tuyos fruncirse al pegarse y deshacerse en copiosas sonrisas.
Creo que hasta las mejillas se sienten besar en esos casos.
Quedé estupefacto, mudo, morado. Estabas besando a mi propio corazón que de los nervios, se subió por la garganta hasta el descanso del paladar.
Lejos de comprender la perplejidad que me dominaba, sobre la cama, con la mirada al techo, latiendo, mientras te alejabas, apenas y alcancé a enojarme por aquello. Una niña no puede besar a un niño, no es posible, no debe hacerse; ¡Es asqueroso!.
(aún cuando quede una sensación tierna y de entumecimiento agradable en el cuerpo)
Ni siquiera sé si lo recuerdas.
Este es el lado oscuro de los besos.
Como si se hubiese roto la pata de algo, la de ella quedó soldada con pegamento.
El impacto de la caída hizo saltar un poco el esmalte de su cascarón.
(no estabas contenta -pude verlo en tus ojos al mirarme- de saber que era, en cierta forma, un deseo y una despedida que querías llegara nunca)
A veces con un solo beso alcanza para explicarlo, pero hacen falta muchos años para entenderlo.
Tiembla la piel de un café; espumosa se filtra entre los poros del aire, la... en sorbos... recuerdos... añoranzas... infancia... alineando el presente en la palma de la mano la... dos veces ya...
Mientras la espero.
(llega; con él)
¿Acaso yo no me había ido?.
(cada día siento que la amo diferente, no más)
Nunca volvimos a vernos... ¿recuerdas?.
(espero que dónde quiera que estés, sonrías)
(con besos para sus besos, hasta mis ojos la besan dormidos cuando se acerca)
Sigo con el corazón en la boca y ella, la...
Está conmigo.

10.7.07

plegaria de un vudú huérfano

Carraspea el muñequito; hilito de baba, cosido de miel en gotitas, piedras por sangre, flujo errático.
Una secta de golfistas acodados: “Los pequeños godzillas del hoyo nueve”, por esas grialidades de los números, talles y marcas, se encomendaron hallar a su “matías”, este último lejos de ser socorrista o recién nacido, responde a la descripción ya dada.
Traerá la peste y con ella, el frío de su nacimiento hará agujeros fisgones en las congeladas prendas de al menos tres posaderas femeninas que al respirar quedarán indefectiblemente embarazadas entrando en estado de letargo durante la gestación del niño.
Sí, las tres mujeres gestarán a un solo niño... muertas.
La criatura nacerá despedazada nadie sabe cómo... aquí es esencial contar con la miel, las piedras y sobre todo no asustarse.
Si al parir, los vientres rompen fuentes tibios, mas con aliento a vómito, posiblemente una de las cabezas de la madre desde adentro en un arrebato de posesión intente devorar al vástago. Aquí las piedras serán también requeridas, al menos las más grandes, para moler el cráneo de ser necesario. No deben haber dudas; la cabeza debe ser aplastada, molida, o de lo contrario las otras dos también podrían despertar y tres cadáveres sólidos ligados como el cuerpo de una araña, es un enchastre demasiado difícil de limpiar.
El muro que debe erigirse, rodeado de una base acuosa -preferentemente tintas- para confinar el ruego, debe ser adobado con las entrañas lavadas de las madres y las partes óseas de un hombre virgen de edad indistinta; preferentemente el padre del no nato.
Ninguno de los huesos debe estar roto o el niño podría liberarse y la idea es mantenerlo en los límites del muro.
Si naciesen dos criaturas, la que posea los ojos de reamaneceres debe ser sacrificada o, en su defecto, dada a las madres carnívoras antes de pulverizarlas...
-¿Anotaste todo?.-
-Albominable niño´e las paredes, albo de alba, piojo con las tías que te comen crudo, si aparece copia lo hacemos polenta, papá y el huesito dulce, polvo y puré de calavera, monolito corral, agüita tibia, piedras varias, miel y timbre para que se anuncie al llegar... anotado...-
(alzó con urgencia su mano)
-¿Sí?.-
-¿Por qué nos vestimos de mujer?...-
-Porque de alguna forma en el interior también somos mujeres y potenciales recipientes del “matías”.-
-¿Y por qué somos golfistas?.-
-Porque nadie se imaginaría que un grupo de novatos de un deporte de esta naturaleza tiene a cargo una empresa que es la llave para el principio y fin de las eras de la humanidad... y porque siempre es útil tener a mano los hierros.-
-¿Y de veras creen eso del salvador?.-
-Creemos en la plegaria... “Curita asesino de abolengo militar, que bien te quedaba el bigotito pintado con la que no era tu sangre... está llegando nuestro hijo y protector. A tu hora la hora será acaecida. Te alabamos.”-
(santoral inconcluso para una invocación y juicio final)
Una silueta de pronto se fue moviendo por sobre la superficie de la pared. El ruido de un estómago hambriento se hacía cada vez más nítido... una figura limitada por las fuerzas de los huesos se violentaba impotente de estar constreñida a esa jaula en la que sus padres creadores la encerraron.
Extendió la mano estirando la piel del muro, su propia piel, y entregó el libro de Camus... al parecer disfrutó mucho su lectura... comenzaba a helar.
El iniciado notó presuroso que aquel ser estaba excitado, que no podía evitar hundirse en la mirada de su ojo de reamanecer... el asombro de un error que debía ser corregido... antes de que lo notara un golpe seco fracturó su nuca dejándolo paralizado, a merced del apetito abrazo del ser en el muro, quien empezó a degustarlo pacientemente, sonriendo, mientras el dolor lo desgarraba por dentro y lo trozaba por fuera. Todo festín da inicio a un rito, recordó.
Tendido ya a los pies de la plegaria, con el ojo reamanecer restante, observó entre los copos de nieve cómo su mentor era inseminado entre hilos de baba y carraspeos de roca que parecían diluirse entre leches agrias que ardían amamantadas, mientras otros dos esperaban su turno... la voz que se escuchaba tras la pared le pareció la suya; no tenía ni labios, ni lengua para oficiar de orador y sin embargo podía escucharla apagándose, goteando guijarros de miel... por un instante en toda esa atrocidad, sintió una profunda calma; fue feliz en ese escenario.
Matías, había sido un buen caddie.