21.12.07

sumo roulette geisha

pajarito.
Inconcluso sí sí sí si por esos pasos tropiezos denodada de nada dados a nado a ruedo a fronda fruta en pecho lecho lácteo lamido mido rendido ido ganado des cobijo lana arrullo a un cuello fino cogotito frágil perfil arista crítica crota aristocrática cristo temo flor loas olas alas desierto salmo musgo postre rodillas roedor rojo pelaje abrigo desnuda dubita invita confitada palatina bañada ojos rojos ojos rojos ojos rojos ojos rojos ojos rojos ojos rojos ojos rojos ojos rojos ojos rojos ojos rojos ojos rojos ojos rojos ojos rojos ojos rojos ojos rojos ojos rojos ojos rojos ojos rojos.
ropaje.
El colmillo y crudo hedor de la mentira, una mujer y su culo, ensortijado en los estiletes humos de un cigarro taco, yodada sonrisa, libertad esquinera que se refleja en la concavidad de una cuchara muerta, inerte, de lado amor, de lado a lado, contigua a deditos de pie leyendo al empeine de las hebillas y la envidia de una presencia prêt a porter.
Cual virgen, habla con él desde la oreja.
El andar de un señor sobre las aguas.
Las lluvias en cualquier superficie blanda son los pasos de dios.
La lluvia procedente de tus superficies blandas -improcedentes cerezas de senos cultivos a beso y músculo dentado brioso de leches ebrias y frescos borbotones de salino respirar de nariz que la propia nariz inspira- me es sin paraguas.
(sombra de una pieza nunca pintada; nunca inconclusa)
El espectro del ingenio-padre desprendido de una cabalgata que al escondrijo de un árbol artificial me ocultas…
…no así tus cenicientas.
(océanos en tu falda que no alcanzan para mover las mareas del náufrago ingeniero en fantasmales barquitos de papel)
(ballenitas de astillas)
No me digas la verdad que no muerda ni pueda decirme solo.
pinoccio.
E ingresa el primer milagro.
Un hombre preñado a la costilla impura de un dios diablo, evolucionista.
Ocho meses.
El segundo milagro se pacienta sonriente.
Divinidad india nace malformada, la humanizan gratuitamente. Los restos no humanos serán enviados a laboratorios o dados a los perros de los basurales como carroña.
Mesita de quirófano-dios en la que el hombre lo creo para no excusarse ante los hombres.
(santa closes)
(hemenéutica sajona)
(mercadeo)
Creo en papadiós.
Creo que no goza de muy buena salud, eso es todo.
Gime.
Le duele que no le sean.
A veces es un niño.
[apotémica testarudez peninsular]
Totémica pajarita; desprende el audible perfume de tus cuerdas mientras el cielo se bebe de pétalos y luciérnagas.
Giran, orbitan, ruedan. Extraviados.
No bailan.
(azar)
(tarántulas)
Sin el mes de su nombre, serías penacho, plumero… madama… polenta.
Un bollito…
-Señor, si contiene la tos así le saldrán cada vez más pesadas y punzantes las lágrimas.- consoló desde su medio metro, el más inesperado de los galenos.
(palmadas)
(abrigo)
(ramitas)
nido.

18.12.07

osario

Enconado egoísmo gentil, mutila acodado tras las gargantas de la una y única anginada sola puerta de las eras con barbillas de hierro, a las hilanderas de un estómago espanto sangre, hidra, perdido entre la materia creada por un dios y aquella a la que otro dios diviniza.
En un ojo engarzado en la gema semilla de un fruto enterrado bajo colchón de huesos y arados de lluvia bebidos sumerge las manos rompiendo sus propios cosidos hasta extraerlos acorralados como caricias furtivas de intempestuoso proceder y boca a la que lame descorrido de ropas un suculento pezón entintado de orillas firmes y salivado su entorno piel reacciona perspira al respirar con la lengua erecto cual pequeño pene con los dedos se desborda sucumbe hasta quebrarse en los confines del ocaso de unos muslos detenidos y se detiene porque no quiere detenerse porque ama a un centímetro más y de haberse detenido hubiera quedado intacto ninguno habría amado si no se hubiesen roto en el estado donde rige el imperio de todo lo que no es él y es ella de lo que era él y es ella el jarabe de unos celos lágrima amenaza tentado al dolor y al miedo perspicaz del ser.
¿Dejar de ser?...
Cuando deje de amarte.
(y ocurra lo que no temo)
Sin una flora flor para una primavera los espantos cargan a gusto en sus conciencias con esa sonrisa cadavérica del devenir de las encarnaciones, latidos de piedra en la carne de las piedras de los capullos cosechados, para quienes así los prefieran.
La mordedura de un capullo cimbra de pánico los corazones débiles. No los mata si no es por placer. Eso los hace invaluables, hermosos, únicos.
Para ellos -espectros- que no adolecen de tamaña falta de virtud, malear barro mojado de entre sus cuencas y sembrar cabizbajos rastros de sinalegrías padecidas, les atarea con regocijo.
¿Creías que es doloroso el eclosionar de las alas de un ser que no se supone sea alado?...
Imagina entonces la belleza de ese dolor al brotarle solo una...
(ahora, imagínala quebrada)
Cada uno a su debido tiempo se convertirá en cordel de su propia hilandera; estómago, sangre e hidra; crecerá dentro de las mil piedras corazón de un dios inaccesible a un dios que lo materializará hasta destruirlo con el florecer de su entierro en las sombras del amanecer de una semilla sin amor, sin padres; sin miedo… sin… sin…
(…ti)
…con.
A cada ojo enterrado; un guiño y un besito.

4.12.07

inconclusa

Cálida por la noche duerme en el brazo izquierdo de mis sueños.
La trama oculta de un bordado de requiebros entre las espaldas de una piel rota.
[santuario]
Con ella renacer, morir y volverme un kodama...
Semilla.
...despertar si ella es el alba.
Húmeda de inviernos, empapada en vinos de medianoche sobre el torrente de su espalda miel, en su piel vermelha de perfumes tersos, exactos, de pasivas floras sacras; ¿cómo no sumirse en las deidades de una mujer que así, violadora, boca abajo, indefensa, es quien seduce mis criaturas, permite quedarme entre sus sábanas y dormita hecha poema en el hombro de un rezongo, un torpe corazón que tropieza tantas veces un pasito sentado en escalón, esperando -insuflado de mejillas magdalenas- los berrinches de su amor en agolpados intentos por aprender a caminar.
Una gotita de furia, para que un hombre llueva y le duela.
Sólo hace falta eso.
Un hombre menos hombre y ni tan poco, que la rabie con la ternura de esos senos cómplices de labio y pulgares lenguas, de caderas rusas, devoradoras de hombres; de su ser reflejado en el apetito inagotable de sus ojos... hallarme en ellos.
De ser devorado a voluntad.
...de no volver a morir como lo hacía en su vientre.
Perderla sin que sufra, duele.
[hierba]
Pocas cosas sé y, te preguntarás qué cosas.
¿Cómo no amar a alguien así?. A ella, a quien no quieres serle pasado sin saberla… que no quieres ser sin ella… que sientes que ya es tarde… y es tarde.
[por mucho que esa noche sea la culminación de un rocío eterno]
Que cuando el miedo desborda inmenso de amor, invocarla me hace sentir menos solo...
¿Cómo no amar entonces a quien así nos ha amado?.
Sin temerle a los sentimientos de uno por mucho que uno sienta miedo de sí mismo.
Sé que hicimos el amor.
Sé que hicimos perlas del corazón del otro.
Sé que nos hicimos bien y mal.

[amor]
Nos fuimos…
…y aún es una sonrisa ante las muchas cosas que no sé.
En mi… ella es.

[podría obligarme orgullosamente a lo contrario]
pero en mi… ella es.
No quise perdernos…
[convertirme en hierba]
...hubiese sido más humano.
convertirme en hierba…

[por ella, soy un mejor hombre]
…y que su mano me siguiese acariciando.
Piccola diabolica;
Hold your finger into my hand...
(en la nariz más pequeña del mundo)
Por una piedra que se enroscó al tobillo de su ingenio, fúrica de celosía acorbató la taza hasta palidecer su té negro; cieguito hebroso tanto más liviano que el alma, desalmado, diente de plata violeta, pañuelo, pétalos y un tallo quebrado.
[lavanda]
En sus piernas nace el inicio de un pasado, un río y un hijo.
En punto doce una cachara espera mientras un grano de caña cuenta remolinos, se convierte en burbuja.
Quiero estrellar mi oreja contra las partes blandas de tu ombligo...
...y que lo demás se contraiga.
Petite diabolique;
Deseo entre estas palabras y las lágrimas que las acompañan, que crezcas y seas.
De este traspié de olvido se ovillará tu memoria.
Tal vez nunca sepas de él.
[sabrás de las cenizas sólo como un soplo vagabundo]
Si hubo una mujer a la que amé, pequeña diabólica...
se me hacen los ojos lluvia; disculpa.
[espero estés andando ya en los albores de explorar sobre tus piececitos]



kodama: espíritu de árbol. / bola pequeña o pequeño espíritu.

3.12.07

pequeño cuadro de escena de amor en rebeldía

Lento, acercándose -dedo índice estirado- para pasar a través del medio corazón del asa de la taza que reposaba sobre un florido mantel de amapolas negras. Mesurando cada desplazamiento, cada centímetro que avanzaba, parecía hacerlo reptando; despacio como un suspiro, sin pausa, apacible, se deslizaba sin prisa.
Cual misterio escondido, enigmática, ella no había sentido su presencia. De espaldas, no reparó en la sombra grave, ingrávida, que alcanzó su hombro. Estaba concentrada en una novela negra de un autor francés de poca monta. La historia parecía centrarse en una vivaz damisela con piel de cordero que gustaba de asesinar a sus víctimas luego de hacerles el amor y despojarlas de él. Para ser una novela mediocre, resultaba atrapante su lectura. Estaba llegando a la encrucijada de la narración cuando entre las claves, las pistas y los cavernosos perfumes extinguidos en la piel bajo la lluvia, gritó escabrosa y desaforadamente... pero no tan desaforadamente como uno imaginaría... se trató de un grito sumergido, como de huesito atorado en la garganta, aterido de modulación, blando, apagado, que fue suficiente para reverberar en él como el espinazo de un trueno.
El sobresalto hizo que la mano de él flexionara el dedo, dando un ineludible rodillazo de nudillo al asa, topando seguidamente en acelerado impulso la taza, hasta derribarla sobre el mantelado jardín antes de rodar y caer al suelo por última vez con la integridad que una taza tiene cuando se la llama por ese nombre. Las consecuencias del caliente brebaje sobre la carne no se hizo esperar provocando la reacción nerviosa equivalente. A toda velocidad, intentando hacer el menor ruido posible, batía su palma cual abanico soplándola. El café quemaba como el mismísimo diablo y ella... ella seguía enardecida. Empantanada en un trance de frenesí, mordía las palabras con todo sus molares y acentos. Cada vocablo se retorcía de rabia. Algo la había sacado de quicio y cualquiera que quisiese entenderla, tenía que acercarse cada vez más -lejanamente aconsejable- ya que los decibelios de su voz parecían ir decayendo; el volumen de su voz disminuía gradualmente, ya producto de su cerrazón bucal, ya producto de que se estaba en presencia del ojo de un huracán de metro sesenta y siete...
El era más bien un hombre tranquilo, relajado, calmo. Como un dálmata, pero sólo de lomo dálmata.
Hasta en esos momentos de tristeza, amargura y desazón, él encontraba buenas razones para sonreír. Como aquella vez cuando se quedó cuarenta y nueve minutos en medio de la calle mirando una mariposa y al llegar a su entrevista de trabajo explicó que: "Era la primer mariposa de aquella primavera en la ciudad, no se debe tomar a la ligera tales acontecimientos o de lo contrario el arrepentimiento lo acompañarán a uno hasta el ocaso de los corazones o de lo que vive una mariposa..."
¿Puedes creer que lo dijo tan confiada y sonrientemente que no hubo interlocutor capaz de no aceptar su explicación y sonreír?.
No... no obtuvo el empleo. Allí la conoció a ella.
Ella lo entrevistó y al instante ambos supieron que una relación amorosa entre empleador y empleado era imprudente. Aunque esto último a ninguno le hubiese importado. El no estaba calificado para el puesto solicitado y ella lo hubiese contratado igual sólo para tenerlo más cerca suyo.
Se eran al otro legibles desde entonces.
La conocía pues, bastante bien y lo que estaba aconteciendo no era un asunto menor. Con sigilo, fue retrotrayendo sus pasos, volviendo con la misma lentitud del inicio sobre las huellas dadas. Estaba a punto de lograrlo cuando, sobre su eje, como por un contradivino acto de posesión, justicia poética o abrir un paraguas en un lugar cerrado, ella en una secuencia cuadro a cuadro, fue girando hacia donde él.
Estaba acaracoladamente encorvada, con el pecho hundido. Irradiaba un aura profana, ennegrecida. Su voz parecía rechinar como una avejentada grieta. El libro en sus manos, sufría la presión irritada de toda su esencia. Su cabeza, completamente gacha, dejaba entrever su boca moviéndose levemente, contracturada, como si intentase impedir con todas sus mismas fauces que una saliva y diablitos dálmatas salieran por ahí destinadas a hacer estragos...
¿Cuánto puede un alma atormentada soportar antes de quebrarse y supurar por las fisuras?.
Lo que empezó siendo una respiración tenue fue convirtiéndose en un susurro. Los labios comenzaron a abrirse y el susurro a hacerse un casi imperceptible sonido en ascenso. Ella no conocía el límite de sus pasiones. El volumen de su voz comenzó a intensificarse. Tanto que a esto se sumó la rabia, el enojo, el capricho, una mayor frecuencia y repetición de las palabras que ya podían comprenderse con mayor claridad, pero sin ser humano capaz de registrarlo en un término sensato para el entendimiento humano.
Maldita sea estos libros de bolsillo todos estos libros y el imbécil que los edita sobre todo ese idiota y sólo ese idiota que sabe un cuerno mierda nada de nada y no entiende que la calidad del papel es directamente proporcional a la cantidad de agua que le caiga y ni que decir de la tinta la tinta debe ser de calidad primera clase caso contrario pasa lo que pasa ¿Ves? ¡Esto pasa! ¡Pasa que a los muy carajitos cojonudos se les olvida que habemos personas que queremos terminar de leer un maldito libro y los muy cojonudos carajitos lo recuerdan y por eso hacen y usan papel predecible y afable a la humedad a las goteras a las salivaciones de sus risas malévolas porque saben lo que hacen y lo hacen de todas formas hasta que una llega al meollo de querer seguir leyendo el libro hasta el final terminar de leerlo nada más nada del otro mundo, ¡pero nooo los señoritos no usan más papel que papel de baño y tintas de calidad pulpo tercermundista ¿para qué? para que alguien pague con sacrificio una lectura que quedará inconclusa porque, ¿quién es la víctima en este asunto, eh, eh, eh? ¿quién es? díganme, ¿quién, eh?... ¡¡¡YO SOY LA VÍCTIMA!!!.
La sordera no se aplica a asuntos del corazón.
Al verlo sólidamente pálido, duro, enmudecido, lleno de miedo y sordo, ella se recompuso llamándose a sí a la calma. Recogió su cabello enmarañado por la furia, dejó el libro sobre la mesa, esquivó el charco de café y se acercó con paso firme hasta donde él permanecía inmóvil.
Los ojos de él, nerviosos, la veían llegar. Quería huir, pero su cuerpo no respondía. Era un momento de vida o muerte, de morir o morir, sabía que iba a perecer allí mismo y sin embargo no podía entenderlo, no quería, pero allí estaba, no había forma; ¿estaba dominado por el pánico?.
Ella estaba casi frene a él y él, él... él... aterrado... ¡No lograba borrar esa sonrisa y--
...demasiado tarde.
El beso lo desaclimató por completo. El miedo estribó en una mano de ella rozando su mejilla, y otra rodeándolo en un abrazo.
La mirada de él no dejaba de estar algo sorprendida, no debido a que la lengua de ella estaba dentro de su boca con un delicioso y fresco sabor a fresa. Sentía sus labios sonreír contra los suyos.
Mas no se trataba de eso tampoco.
Entonces se percató, a la usanza de las novelas negras policiales de autores franceses de poca monta, que algo no estaba en su lugar... algo andaba no mal... sino demasiado a pedir de boca.
Y ella seguía sonriendo entre besos.
En esa fracción donde los amantes se separan unos centímetros para mirar el brillo de los ojos, en ese preciso instante, el volteó su mirada hacia la cocina mientras ella intentó en vano, con cara de pollito mojado, emprender la retirada...
En una maniobra digna de un contorsionista con ínfulas de luchador grecorromano, la tomó por la cintura con sus brazos y la alzó hasta colgarla encima suyo.
Ella gritaba... en realidad, fingía que gritaba como si la hubiese secuestrado un malhechor de alguna película de cine mudo.
El reía estrepitosamente, como lo haría el mostachudo malhechor de una película de cine mudo.
Salieron de la escena triunfantes y alegres.
Ella avizoró cual predador natural, que él iba a tomar SU taza de café y reaccionó gracias a su instinto de alerta. Claro que recordó también que no quedaba más café y que ella NO iba a ser quien lo preparase.
Por ello tuvo que elaborar una estratagema lo suficientemente buena y convincente como para distraerlo, pero el amor es un imponderable atolondrado que al final, desde el principio, no es nada y es todo, se deshace con un beso y se enfada para que lo sigan besando... eso hace que lo disfrutemos tanto.
Eso, y un buen café que lo agite entre las páginas mojadas de un indeseado esgrimista de cucharitas.
Cuando acabes de revolver tus miserias y veas las mariposas, te volverá el hambre de las sonrisas.
O sólo las dos últimas.