12.6.08

sperma kurofuku

“Protégelos, oh padre, mas tenles ninguna piedad.
Pedestres, salvadores de sus propias almas son y serán cada quien;
protégelas, oh padre, excepto a aquellas cuya naturaleza por defecto de su fé
tienen serenidad y son el punto ciego de su propia virtud,
la mejilla moldeada a imagen de la faz interna de un puño sosteniendo la vara que la golpea.
sostén sus lágrimas, oh padre, con los sedales que destila tu otra mano,
tendida como una lluvia que apacigua, contiene, rebalsa;
anzuelos.
Permite se mantengan cerca los unos de los otros, aún a la distancia, aún más allá del tiempo, oh padre,
para que se sepan juntos al final del camino ya durante la travesía inevitable por esta vida,
la que vida ajena que recorrerán vertebralmente,
podría devolverlos, podría devorarlos;
podría hacer que no sean quienes entraron.
Cuídalos, oh padre, por cada día que te he rechazado, que nada de ti he sabido,
como tu único hijo; aquél que te ha abortado, gemido y sangrado, oh padre.
ruega que no sea yo quien esté al final del camino para desmembrarlos;
intenta, oh padre, que comprendan es su espíritu el que está en juego…
Que aquí empieza a concluir lo que se hubo iniciado.
Aquí; donde ninguna plegaria se mujer u hombre.
Vela de mi por ellos, que no es el mal a lo que deben estar atentos.
Bajo esta hora, oh padre, sobre todo tu; protégete de entre todos ellos.
el hambre de la niña vampira de un hombre, inocente, curiosa,
puede remorder hasta quebrar los huesos.
Un sello roto que no debes tomar ligeramente, como una mera oración.
Reza por aquello que ames y abrázalo;
por sobre ese amor te arrancará hasta despedazarlo.
Extraerá la oscuridad médula del corazón que el corazón no tiene.
Ruega, oh padre, para que el resultado inesperado regurgite entre el sonido de la palabra
hasta hacerse tumba en sus estómagos de mariposa,
pupa de un impulso tendencioso, casi balsámico.
Releer como un acto para purgar la vida;
quitarla.
Dejar algo de la suya para salvar la tuya, la mía, oh padre,
en la ironía de los anillos de bruma.
Déjalos renacer tantas veces quieran, oh padre.
Esto acaba aquí.
El que quiera seguir, que así lo haga.
Yo estaré a su lado;
o encima…
…para dar con la guadaña el picotazo.
Sanando también el dolor se hace más fuerte, oh padre.
Tanto que tal vez, no sea aconsejable despojarse de aquello que se nos será arrebatado.
Lo siento, oh padre;
perdona las acciones que este manojo de criatura,
con gusto irá removiendo entre los vendajes,
sólo para que las heridas respiren.
Porque cada uno de ellos, oh padre, se convertirá en su herida;
y si no es él, no serás tu quien los cargue en sus espaldas.
Aprende; que aún no es tarde.
Confía.
No caerás;
…pero tampoco te sueltes.”
[reposa en la comodidad de tu anatomía, busca el peldaño más alto de tus escaleras; desciende conforme sientas te hundes e inundas en los azarares de las moles de lo impronunciable; por el pasillo final del recorrido, las encontrarás dirimiendo… no te detengas]
Con la mano bífida cortada (por entre índices y anulares) en posición de escuerzo, abanico entrecerrado, caligrafía moribunda, airear el alma por esos agujeritos porosos y fétidos que vomitan semillitas de pelo y grasa, que derraman piel con la experticia que la piel adquiere para punzar desde dentro palpitando coágulos negruzcos, tolerar temperaturas infrahumanas y beberse entre los vapores su propia sangre hasta bullirla burbujeante con una inexplicable mueca labial…
Que no; que no es así como se depura o se libera uno de uno o de nadie… o nadie de uno o de alguien.
Así es como se alimentan las colonias de hormigas que habitan en tu baño, en tu cuerpo.
Sin embargo no alcanza. Hace falta más.
¿Por qué razón habría alguien de provocarse dolor físico?. Podría ser porque para llegar al dolor del espíritu hace falta enterrarse mucho muy profundo entre tejidos, fibras, nervios, huesos, ir destrozándolos en el camino; pero aún en ese estado de fragilidad, la esencia podría permanecer inquebrantable. Sobretodo, para quien tenga una médula espinal para los umbrales del sufrimiento… o una espina bífida.
¿Para qué provocarlo entonces?. Por placer, por que sí. En ese orden específico.
(para recordar lo cruel que es el corazón)
Ha sido él -a disgusto de la intención que tuviera de no serlo- el verdugo de una flor. Estrangulada en los filos de las palabras; una sangre tanto más humana que una moribunda caricia la envenenó.
Decirle a quien amas cómo tu mente funciona y discierne gestada en el infierno es… decirle que tienes la habilidad para destruirlo si quisieras; si fueses alguien más con esa voluntad…
[¿es eso suficiente para que sepa que no debe temer, temerte?]
Abrirte al dolor de serte en esencia sabida, sabido, puede convertirte en algo letal. Y algo es en esencia aquello que de tu propia humanidad se nutre para carecer de ella y florecer en las aguas subterráneas de una penumbra que se retuerce en la ingesta y llora elevando todo rastrojo de su densa oscuridad a esa hendidura abierta para supurarse purulenta en derredor de los labios que besas como bebiendo de un manantial… la tierra de tu región cadavérica. En los corazones palmares yace el terror de la caricia mortífera.
Cuando te expandes más allá de tus límites, vives; corriendo el riesgo de aniquilar con tu propia vida todo lo que te rodea tal y como lo conocías; tal y como se te conocía…
No lo intentes.
Para entonces no podrás volver a cerrarte y te transformarás en lo inimaginable.
Intolerable a los ojos, el cuerpo, el alma, crearás la concepción de un vástago ajeno, una entidad informe para el regocijo de lo despiadado; de las despedidas.
(y te relames entre sonrojos)
…al menos es un inicio.
¿Con qué mano asir el filo?. ¿La mano hábil o inhábil?. ¿Con cuánta fuerza?.
Así es como un espíritu quiébrase a sí para deshacer la materia que lo gobierna… trazando surcos, en su osamenta, accionando los vestigios de su paladar, extendiendo las muñecas para ahorcarlas con hilos de marioneta.
Testa con el cuidado que su víctima merece…
Castigo castígote castigo de por mis errores por los que me castigas cuando también son tus errores…
la vibración de un glande sucio, relamido por el alcohol de una boca a poco dentada, enmohecida, a poco rancia y femenina en el albor de una escuálida primavera empañada con los estertores de las raíces terrenales que en sujetar se empecinan hasta con la sangre… no es la locura lo que aborda este deseo del no ser, sino la graciosa sensación de ser el mismo hombre que me está cogiendo.
(…y gozarlo)
¿Creerías que vomito estos trazos mientras escupo hacia adentro sorbos de café con galletas de chocolate?.
¿Creerías que tengo el rostro roto contra el suelo mientras la penetración me tensa y fisura?.
¿Creerías que siento tu presencia en lo que aún es un corazón, aunque no te vea?. Para latirme te falta mucho más corazón del que en este momento te late y suena a puertas de un resoplo que quiere callar agitado. Agitado e inmóvil me sostengo boca abajo sudando contra mi propia exudación; si tuviese el miedo que me tienes me haría el amor necrosando cada uno de mis tejidos… deja de mirar la palidez de ese culo tembloroso sin sonreír… sonríe… puedes ser esa figura cálida y paternal rozando sus genitales contra su hijo… puedes, sé que puedes… ¿por qué lloras?.
Como esas lágrimas ayer emergió una hormiga de su espalda. Se está convirtiendo en arena. Te estás convirtiendo en testigo y sal. Sal de aquí mientras puedas. Esta no es una advertencia ni un juego de la flora carnívora que endulza la somnolencia de tus muecas sordas. Huye mientras puedas. Que te vayas… ¡Vete!... maldita y endiablada alma presurosa. Seguirás el vacío de tu propio y único fin. Aquí no quedan finalidades posibles. Cuando quieres puedes ser obstinadamente despreciable… aprendes rápido, pero lo lamentarás.
Harás una infusión de temblores cuando lleguen; las manos se te anudarán. Desearás se te rompan cada una de las falanges por hallar el cuenco de una aridez a la que no le queda ni pizca de piel, ni un gramo de carne para diluir… lo primero que se pierden son los ojos.
Ya no tengo lágrimas.
…pero no la vista.
Abranse las bocanadas blancas de este espectro hasta impregnarse de tus falencias… carente, uno se dilata para hacerse abismo en la boca de su pecho, de tus pechos; entenderás que no era una simple advertencia, sino también una amenaza… una parte de ti perecerá al final de toda esperanza que esperes encontrar sobre la mesa de las cuatro misericordias…
Imagina a cada una vertiéndose sobre los hombros de la humanidad. Imagina su fluir corrosivo refulgiendo como el latido de un reflejo oscuro que brota en un óseo relámpago que serra, tritura y arranca… serás un pesado soplo de agonía… seré el polvo que quede en tus besos compasivos y resecos cuando quede ninguna lágrima tibia en tu corazón… la música de un arpa que revive fallida en un puño cerrado.
Golpearte dónde menos esperas y más te duele… te golpearé en ella.
Abrasión penal de una nota náufraga en los estrechos de la soledad y el delirio.
No me salves.
Amar después de haber herido. Herir después de haber herido…
¿Quién merece ser amado?. ¿Qué diferencia hace?. ¿Qué diferencia hago con una prostituta?.
El ano violado se inflama sanguinolento.
…soy mi puta.
(deslenguada)
Torcerla; torcerlo hasta el sonido donde el arpa desafina… pero sólo soy un espíritu… un niño.
Te mataré, padre. Sin importar el riesgo de hacerme humo con la pulsión de una virtud de ti heredada; te mataré.
Reconstruir a madre tomando como modelo cada una de sus costillas… grita como la vida misma que deja de nacer… el paraíso.
Deglutir las uvas de tus desgracias con caldos de uñas, piel y ácidos. Brindar a tu provecho. Potaje de diamante para diseccionar la abominación tripa de un infante diabólico babeando, bebiendo de las sopas de las uvas, carcomiendo dentro la gracia, la ira, el principio, engendro de todo bien a bien tener… a su anfitrión innato… irrespirable… excretado... como las plumas de un angélico feto… velo comerlo con sus jugos.
Hay que acabar con ese niño antes que las espinas copulen y resurjan. Antes del bocado final; acaba, acaba de llenar a ese quebradizo hombre con sus propios colmillos; acábale adentro. Tenle ninguna…
Tal y como quien con una hoja de afeitar corta sus comisuras para ganar el aprecio de sus amistades con la más franca y cruda de las sonrisas… la estigmatizada sin suturas en las mejillas… la que contenta confía: “ya no podrán decir que estoy triste…”
El estomago del alma divide, discierne entre el punto de la aguja, su ojo y el hilo. Sin embargo el niño, perverso, dedal de los avatares y asaltos contra natura, se cose firme a la capa interna, no cede a las arcadas y se atraganta con las garras del potaje de uvas; vomita sobre sí y el nauseabundo espanto que me abunda; este cuerpo del cual deshacerme deshago… Su mano, mi mano, en el esófago no alcanza; no alcanza la garganta del condenado vástago. Es apenas una escuálida traquea cubierta de mucosa resbaladiza imposible de apresar siquiera con los anzuelos de los dedos. Y ríe aberrante con su cráneo calcáreo, afirmado en cada pared, inflamando la laringe… pobre diablo… trepanarlo con las costillas de madre era lo que menos esperaba; con la sangre de su sangre… otra nueva sonrisa bajo las quijadas; la suya y la mía… bastardo.
Hablas de ellas como si las conocieras. Aún no comprendes que son ellas, que han sido ellas y serán ellas…
No te tendrán… ninguna de ellas.
Se lavan para sentarse a la mesa.
Cada una enfrentada a la otra, las cuatro misericordias, dueñas de la invención del sacrificio, desencadenan, desenredan los subterfugios complejos de lo no vivo con quirúrgica precisión cuando la carne rechaza desprenderse de su aliento; simplifican la ecuación al dilema de escoger dónde pujar la perversión sin alterar las costuras originales que la ligan a cada organismo, hasta corromperlo con la pureza que les es característica… dejar cada herida marcada, abierta y limpia para impedir efervezcan a destiempo huevos parásitos que incuben pasiones, uvas y nuevos caldos.
Su disciplina es encomiable. Su apetito, tenebroso.
Aplauden la destreza de esa carne morbosa, cultivada con navajas y estrangulamiento a conciencia de alejarla del infortunio de uno mismo tantas veces se pueda desgarrar las espaldas a golpe, contra golpe y contra los huesos… escuchar el chispazo de los nudillos contra las vértebras y sus flancos… un zumbido seguido de un prolongado y seco estallido hueco que obliga a temblar un quejido lento, tibio e inexpresivo… que no deja de verter carne de este hediondo espíritu cubierto de orina y semen...
Derramadas, dialogan aspaventando sus cuatro brazos desapaciblemente, pero con delicadeza; inmutando sus desabridas bocas ante el espectáculo que se les ofrece como un banquete… te saben cerca…
…¿acaso no se te advirtió no detenerte?.
Nutrida experticia de las hambres. Coronada de pequeñas rosas descoloridas, cubriendo en vano una parte de su rostro totalmente perdido, Miser Eva Absentia observa con atención cada gesto inanimado, flotante, emitido por las otras. Docta en la menor de las artes y primera en aprender a utilizar correctamente los cubiertos durante las comidas, durante las cacerías; durante los juegos, es la responsable de comunicar a las demás las decisiones de la más joven… Enfrentada a sus izquierdas, Miser Eco Iridiscente, la única capaz de atisbar el ojo subyacente en ese velo de nada absoluta que su hermana guarda para devorar, es la entendida como la más benevolente de todas, siendo pues la favorita a la hora de los presentes… su habilidad para hacer cajas con seres vivos, el detallismo finísimo y meticuloso de sus diseños, su criterio y sentido estético resalta la admiración y elogios de sus hermanas, sobre todo llegadas fechas que acontecen regalos de tales naturalezas, que despiertan la emoción y estrépito en la más joven… Miser Obscuro Despótica, la mayor de las cuatro, la incomprendida al decir de Eco y Eva, por ser la que menos males profesa. Viuda y sin un brazo, no aprecia la vida más que las otras. Mantiene el decoro de las sutilezas en su propio pecho… con una sutura del mentón a su vulva; recuerdo de infancia, cuando Miser Eco convenció su inocencia materna, de convertirla junto con la cría que engendraba, en un alhajero musical con una diminuta caja secreta dentro… la pérdida del brazo ocurrió por confusión e ira, la misma fecha en que Miser Eva perdió la mitad de su cara… inquebrantables, fueron masticados por la displicente y juguetona rabia de la más joven… Miser Lirio Caprichosa -cariñosamente llamada Miser Abisal- no lamenta haberla abierto para engullir el engendro de Miser Obscura… no se lamenta puesto que no alcanzó a tragarlo; después de todo no es carnívora… Cómo padecer pues, aquello le es divertido para aligerar la regurgitación del sabor con un tránsito coagulado de una sangre más o menos acuosa que la espuma de su lengua…
Una lluvia floresció del cadaver de la criatura y no acabó hasta lavar el más mínimo vestigio de lo sucedido… el olvido y el recuerdo.
Pálidas, todas salvo la desfigurada, tienen las mismas facciones. Ataviadas con zapatos de marfil negro de taco alto con el interior forrado en piel, todas se hallan en el desequilibrio que una infame e insignificante masa verbal les trae sin más remordimientos ni espanto, que el ser tomada para que las penas de sus hervores supuren y callen.
“¡Duraznos!... ¿Acaso viene?... Sí… ¡Un regalo, un regalo, un regalo!, ¡Mío, mío, mío, mío, mío!...”
[envuelto en una niebla roja…]
El macabro acto de postrar al amor para apuñalarlo con amor.
Lejos de estar consternadas, la atmósfera, envuelta de una arsénica densidad no evitó que los cálidos latigazos sobre la tabla de la mesa, hiciesen saltar las copas asincrónicamente y, a cada nuevo golpe, ascenderlas empujadas por una fuerza inversamente proporcional a la que genera el danzar de un pétalo desprendido del último árbol donde descansó el último buda...
“¡Jamás ponderaré la afrenta que semejante atrocidad supone ante mi sólo ojo!... ¡No es posible llegar hasta aquí con tal solicitud. Es una falta de respeto!... ¡Quiero jugar con él!... ¡Ni siquiera tiene un gramo de masa de la cual hacer un mísero envoltorio!...”
Aquí el silencio se apoderó de cada una… las copas y el líquido desparramado por encima de sus cabezas quedaron inmóviles.
Sabido es que ninguna de ellas resuelve el destino de alguien. Simplemente esbozan, conjeturan sobre los actos. No dictan, ni sentencian; obedecen a su instinto. Operan sin el extravío del engaño.
“Su atención por favor… Un día no hace mucho, al aroma turgente de las estaciones -como la misma cepa del pecho de una mujer- que manaba y se percibía en el aire, un pequeño bebé nacía entre la escarcha y el acero mordido; y no… Pronto , su madre lo arrojaría contra las vías, directo a las fauces del luminoso gusano carroñero de huesos, triturador de almas desesperadas.
Les presento el primer cadáver de la materia. Si después de este, desisten en ver otro, escojan otra disciplina. Esa fue la bienvenida de Miser Mater Forense… y si lo recuerdan, la mujer no escapó. Fue hallada entre el penúltimo y el último vagón del tren. Su cabeza quedó intacta y con las pupilas petrificadas de horror… la mano de su niño se extendía como queriendo salvarla…”
Miser Lirio encantada, reía por lo bajo, contenida; guardaba aquella manecita en un frasquito. Las demás mientras tanto reflexionaban sobre la presencia inesperada…
“¿Y si hubiese que poner coto a los arrebatos con que los hombres resuelven sus diferencias?... Es simple; incendiamos cada pastura, cada parte de aquello que brinde esperanza… ¿Eso acabaría con su espíritu?... No, ciertamente que no… De eso puede encargarse la pequeña, ¿Verdad, Lirio?... Lirio espumosa con macabra caricia hará hendiduras en los hombrecitos sí, sí, sí, la la la la lá… ¿Y qué haremos con este caso?... Es excepcional… Es inaudible… Y late con el deseo de ser afrentado por simples aprendices cuando con la maestría de sus torsiones, traspasó una estaca de lado a lado dejando intacto su corazón… ¡Quiero morder ese corazón!... ¿Cómo hemos podido descuidar nuestra labor dejando que un mortal se abominara producto de un sentimiento hecho a su medida hembra y cadena?... A lo mejor sufre de imbecilidad… Quiero probar su corazón… Quiero que deje de mirarme fijo a lo profundo de mi ojo ausente; me atemoriza. Que deje de mirarme o reviviré cada pulsión de esa mujer en su esencia hasta consumirlo… ¿Por qué se arrastra?... ¿Por qué sonríe?... ¡Quiere jugar!, jí, jí, jí… Quiere curar de esas pasiones; recordar para doler… ¡La… le… la… le… la… le!... La buena predisposición de dejarse -con una sonrisa- al final para ceder el paso… Siempre al final… Me asusta que aún… Aún no… Me siento mareada… Aún no que no he empezado a jugar la maldita bastarda… ¡Miser Lirio!... Hermoso bastardo, bueno… Nada de nada, no me agradan esos modales… ¡No me molestes!... Entonces compórtate… Las costuras me están ahorcando; creo que voy a desmayarme… ¿Cómo apiadarnos de sostener su cabeza si no ha objetado?... ¡No importa, no importa!, desprendámosla de sus restos, desprendámosla, ¿sí, sí, sí?... ¡Hidras!, ¡Obscena!... No haremos nada de eso; ¿si llega a ser contagioso?... ¿Si llega a ser el último de su raza?... Testamentos, este ser no tiene raza; eligió su desolación… No, no, sujetémoslo a la cuestión de hacerle perder lo que le queda súbitamente subido de bocas por las encías, al nidito velorio de sus pajaritos; o si no, si se prefiere, maniatarlo con fuerza hasta cortarle la circulación para darle propicio color de ciruelas, pero no su sabor... Un corazón sin hombre no es un entretenimiento lúdico… Súmese a este laberinto el amor cuando no deja de ser y estrangula entre lágrimas secas recogidas con los dedos en la mejilla… No me hace ninguna gracia y lo sabes… Y entonces, ¿qué haremos?... Le sonreiremos por darnos y quitarnos ese pedazo de muerte y de vida que para nadie más seremos... ¿Entonces somos parte de su juego?... Cuando hay un sentimiento de rechazo hacia uno; uno, no puede precaver sentir que ese alguien lo odia… ¿Convertirse en ese amor intacto para aborrecerse?... Exacto…”
Mudas de nuevo ante el delicioso flagelo que se atrevía a tallar con espeluznante exquisitez que la hermosura del patio de un primer piso -pensando en el vértigo de los escalones más altos- se aprecia envidiable desde la baranda de un sexto una noche cualquiera -no el piso- para una caída libre entre las polutas de un inacabado cigarrillo... “Con suerte parte de su cabeza podría quedar dentro del macetón...”
Es lo que estás pensando. “Ojos de araña… Hiela mucho, pero huele a miel, rocío y jacintos; no debiera no más que oler a moscas… Atrapadas en la tela… ¡Tengo miedo!... No está sano aquí como para acobardarse… No, no es cobardía; halló algo más efectivo e inagotable… Evo… Además, para que la cabeza quede perfectamente situada en el macetón, deberán tomarse en cuenta las corrientes, la resistencia del peso en el aire y la aceleración... ¡A lo mejor rebotaría!... De todas formas su mente está abierta… ¡Me está doliendo!... Duela… ¡Duele mucho!, ¡Haz que se detenga!... No puedo; ninguna puede… ¿Ni siquiera?... Tampoco… No puede haber algo peor… El hachazo hiriente de su afilada caricia maleficio... ¿Desde cuándo te permites pensar de ese modo?, ¿De verás crees eso?; de todo esto, lo más espinal y crucificado, es nada de lo que hemos hablado, salvo considerar que hay un límite descarnado para salir ileso…”
Te están mirando como a una llave, y se te advirtió que no te detuvieras.
“¿Te ha satisfecho hasta aquí el recorrido?... ¿No tienes ganas de seguir jugando?... ¿Te sientes con energías para dar ese último paso?... ¡Volverás arriba, volverás arriba, volverás arriba, volverás arriba!... ¿Crees que hasta aquí, has enfrentado lo peor?... El último peldaño… ¡Subirás, subirás, subirás!, ¡Cómo un angelito subirás!... ¿Pese a todo sigues sin creer?... No diremos entonces más de lo que su espíritu miserere desgarra por sobre ti como un obsequio, para abrazarte con su plegaria y que esta no te amamante desmembrada con la ternura de sus acordes, de nosotras…”
[…aún no me he perdonado]




Kurofuku: (Jap.) Traje negro; ropas de luto.
Sperma: Del griego σπερμα (sperma, “semilla”).
Evo: (Teol.) Duración de las cosas eternas. // (Poét.) Duración de tiempo interminable.