Encebollar el corazón no para que llore como el eco de un niño en la espesura húmeda de una otoñal umbría de una venus irrespirable, sino para mejorar las sangres.
El mito es un aliento, y no al revés de cómo lo suelen decir quienes lo dicen.
El redoble enamorado de hacer foco en el vacío y divisar una fina partícula de polvo desplazándose graciosamente. Criaturas de sales con orejas de bambú y pelos de árbol descuenden estos aristimuños misterios en tachuelas de efluvios y babitas destejidas en donde a cada quien le hace sonrisa lo blando de una mano que roza su mejilla.
Llegan despacito, sin hacer ruido, sin dejar huellas...
Amazónica Venus Victoriana increpando a su gemela Venus Pajarera de no escucharla mientras esta última, intenta ignorarla entablando coloquio en doble lengua con la Mantis Rulero quien, harta de escuchar a la del medio, piensa para sí que la primera desconoce -cegada por los celos y la cal viva- los beneficios de no tener que escuchar tales divagues amoriles sobre la joven violonchelista y el ambicioso bordador.
“Al parecer, todo indicaría que viajaron una tarde en el vagón de un subterráneo cualquiera. Tan ambicioso era el bordador que fijó un hilo para poder encontrar a la joven chelista entre los túneles. Claro, no viajaban en el mismo vagón de un subterráneo cualquiera.
¿Y pueden creer que el ambicioso bordador halló a la chelista donde el hilo estaba roto?.
Ella esperaba con el extremo roto del hilo en su mano.”
Mantis Rulero hubiese devorado su cabeza sin pensarlo; pero no tenía apetencias lésbicas.
La envidia es un alfiler con dos puntas o dos cabezas, según como se la... que a fin de cuentas nadie es sastre aquí.
Cuando Calderón Acero las vio llegar, tomó una gran bocanada de aire, se contuvo, abrió la puerta y las siguió con su mirada hinchada mientras pasaban.
Falto de todo tacto y asfixia, Conectitaque se abalanzó a las tías disparejamente, pero igual para con cada una de ellas que lo recibieron con besos, abrazos y esas torpes preguntas que al hombrecito lo ponían de mal humor.
¿Quién es tu preferida?.
A lo que el hombre pequeño respondía levantando su remera y declamando: ¡Mi guatita perjumadita está limpia!.
La muestra de tierno horror y sospecha de si ese hijo era hijo de su único hermano, las dejaba de duda en vilo, silenciosas hasta que la vieja gaveta tocadiscos refunfuñaba un poco y desenredaba la semántica de esos artilugios de adopción, posibles vástagos extramatrimoniales, engaños maritales y esas cosas que las tías no sabían porque eran tías.
Calderón, el abrepuertas -es esa su sola y única labor- ingresó con una bandeja repleta de refrigerios y una insoslayable voluntad de no probar los elementos de esa áurea atmósfera reinante.
Por entre las notas musicales de la gaveta, una voz ronca y con acento se iba haciendo más y más presente.
Venus Carroña, entraba sonriente con el pequeño Conectitaque de la mano y su ombligo por el rabillo de la remera y un infragante dedo meñique en su-- se dio cuenta.
[cuidado que no se limpie en una de tus prendas]
Los labios del hermano menor al articular palabras daban principio a una deformación del aire hasta transformar sus emisiones en vapores flamígeros.
¿Es bueno que una mujer me quite el sueño?...
Las hermanas se observaron, no dijeron nada.
No espero que me den una respuesta.
Las hermanas respiraban aliviadas sonriéndose unas a otras con achinada gracia aristocrática mientras Calderón les acercaba una taza de té.
¿Es bueno que una mujer no me quite el sueño?...
Las hermanas, atascadas con el soplo de un dedo en el asa al borde de la taza cuyo sorbo, no notaron hirviendo en su garganta; las adormeció.
El abrepuertas -cuya única tarea no habrás creído era sólo esa- se contenía de reír; su vida dependía de ello... creer que eso era lo único que hacía...
¡Papá tiene novia!...
La exclamación quebró las capas de maquillaje haciéndolas descascarar.
Tras esa angelical... bueno, no.
Tras esa cortina de humo en piel, una mueca de alegría restaurada por un falsificador de poca monta -quien seguramente habría prestado otros servicios a la solterona, la divorciada y la viuda, respectiva y correlativamente- bufoneaba la noticia estrepitosamente.
Besos, abrazos y el recelo de saber que ninguna de ellas era la preferida.
Venus Carroña miró a su hijo y le indicó que fuese a jugar. Calderón, azulado, le siguió detrás mientras el niño planificaba algo vinculado a castillos, caballos y vaqueros.
Carroña se sentó y vio a sus hermanas aún de pie, rígidas.
Esperaba fuese diferente. Creo que me equivoqué...
Mantis quiso darle el consuelo que le latía dentro, que de verdad estaba hastiada de ocultarse y deseaba que-- pero mientras la del medio sujetaba sus brazos, la ciega paralizaba su motricidad con la cuerda de un violonchelo...
Un centímetro más, y las tres hubiesen muerto.
El ambiente se enrareció con una densidad que hubiese aplastado a Conectitaque, aún muy pequeño y frágil para tolerar tales condiciones.
Venus Irrespirable, de entre las sombras, emergió siniestra y sin un brazo; apagado por la luz reinante.
Se cree que uno solo de sus besos basta para secar el espíritu de un hombre.
Ahora que estamos todos, ya no es necesario...
Venus Carroña guardó sus manos en los bolsillos.
Victoriana, Pajarera y Mantis se dirigieron hacia la salida, mudas, mordiendo preguntas, identidades, conjeturas.
Hermanas...
Al girar, las vieron venir; una para cada una. Irrespirable agradeció, pero rechazó el ofrecimiento devolviéndolo con el revés de su única y oscura mano.
Mientras la mayor se disipaba en los corpúsculos, esperando un día alguien haga foco en sus ojos-partícula, las otras tres lagrimeaban algo dolidas por la traición de ese hombre que era feliz aún con el odio que ellas le profesaban con hondo cariño; como la tierra en el cuerpo de una ceja de dientes afilados, desencajada y corrupta de vida.
En el jardín, Conectitaque jugaba con la figura de una radiante mujer. Calderón Acero respiraba apacible, releyendo el querer de un viejo amor mientras fumaba.
Perdonar es perdonar... ser libre es otra cosa. Es irse de este mundo sabiéndose amado. Sintiendo que esa sola persona, lo valió. Escoger ser por entero suyo...
Venus Carroña era feliz. Había sido encontrado por una mujer gustosa de despertar con él, de despertarlo y que él remolonee tanto más que Conectitaque... una mujer que se sentía feliz de ser la madre de su hijo.
[¿creíste que se trataba de otra y que ella estaba muerta?. De seguro la confundiste con Venus Irrespirable]
[no creas todo lo que lees]
El lechoso jugo laminado se escurría en el apretujado estrangulamiento manuprensivo de las tías poco afables y ofensionadas por esa costilla fraterna, apócrifa de hermanitud y rancios refrigerios.
Las reuniones familiares que nunca habían sido como las de antes; no volverían a ser como las de antes.
Irreconciliables, yéndose tomadas del brazo -y un olor agridulce- la una de la otra, al unísono en que su hermano salía al jardín para jugar con su familia, todos, cada quién a la dureza de su blanda mejilla al roce de una caricia, despertó en la aludida un estornudo...
Obumbratta; la hija del cultor de cebollas...
[...a quién Conectitaque llamaba “abuelo”]
El mito es un aliento, y no al revés de cómo lo suelen decir quienes lo dicen.
El redoble enamorado de hacer foco en el vacío y divisar una fina partícula de polvo desplazándose graciosamente. Criaturas de sales con orejas de bambú y pelos de árbol descuenden estos aristimuños misterios en tachuelas de efluvios y babitas destejidas en donde a cada quien le hace sonrisa lo blando de una mano que roza su mejilla.
Llegan despacito, sin hacer ruido, sin dejar huellas...
Amazónica Venus Victoriana increpando a su gemela Venus Pajarera de no escucharla mientras esta última, intenta ignorarla entablando coloquio en doble lengua con la Mantis Rulero quien, harta de escuchar a la del medio, piensa para sí que la primera desconoce -cegada por los celos y la cal viva- los beneficios de no tener que escuchar tales divagues amoriles sobre la joven violonchelista y el ambicioso bordador.
“Al parecer, todo indicaría que viajaron una tarde en el vagón de un subterráneo cualquiera. Tan ambicioso era el bordador que fijó un hilo para poder encontrar a la joven chelista entre los túneles. Claro, no viajaban en el mismo vagón de un subterráneo cualquiera.
¿Y pueden creer que el ambicioso bordador halló a la chelista donde el hilo estaba roto?.
Ella esperaba con el extremo roto del hilo en su mano.”
Mantis Rulero hubiese devorado su cabeza sin pensarlo; pero no tenía apetencias lésbicas.
La envidia es un alfiler con dos puntas o dos cabezas, según como se la... que a fin de cuentas nadie es sastre aquí.
Cuando Calderón Acero las vio llegar, tomó una gran bocanada de aire, se contuvo, abrió la puerta y las siguió con su mirada hinchada mientras pasaban.
Falto de todo tacto y asfixia, Conectitaque se abalanzó a las tías disparejamente, pero igual para con cada una de ellas que lo recibieron con besos, abrazos y esas torpes preguntas que al hombrecito lo ponían de mal humor.
¿Quién es tu preferida?.
A lo que el hombre pequeño respondía levantando su remera y declamando: ¡Mi guatita perjumadita está limpia!.
La muestra de tierno horror y sospecha de si ese hijo era hijo de su único hermano, las dejaba de duda en vilo, silenciosas hasta que la vieja gaveta tocadiscos refunfuñaba un poco y desenredaba la semántica de esos artilugios de adopción, posibles vástagos extramatrimoniales, engaños maritales y esas cosas que las tías no sabían porque eran tías.
Calderón, el abrepuertas -es esa su sola y única labor- ingresó con una bandeja repleta de refrigerios y una insoslayable voluntad de no probar los elementos de esa áurea atmósfera reinante.
Por entre las notas musicales de la gaveta, una voz ronca y con acento se iba haciendo más y más presente.
Venus Carroña, entraba sonriente con el pequeño Conectitaque de la mano y su ombligo por el rabillo de la remera y un infragante dedo meñique en su-- se dio cuenta.
[cuidado que no se limpie en una de tus prendas]
Los labios del hermano menor al articular palabras daban principio a una deformación del aire hasta transformar sus emisiones en vapores flamígeros.
¿Es bueno que una mujer me quite el sueño?...
Las hermanas se observaron, no dijeron nada.
No espero que me den una respuesta.
Las hermanas respiraban aliviadas sonriéndose unas a otras con achinada gracia aristocrática mientras Calderón les acercaba una taza de té.
¿Es bueno que una mujer no me quite el sueño?...
Las hermanas, atascadas con el soplo de un dedo en el asa al borde de la taza cuyo sorbo, no notaron hirviendo en su garganta; las adormeció.
El abrepuertas -cuya única tarea no habrás creído era sólo esa- se contenía de reír; su vida dependía de ello... creer que eso era lo único que hacía...
¡Papá tiene novia!...
La exclamación quebró las capas de maquillaje haciéndolas descascarar.
Tras esa angelical... bueno, no.
Tras esa cortina de humo en piel, una mueca de alegría restaurada por un falsificador de poca monta -quien seguramente habría prestado otros servicios a la solterona, la divorciada y la viuda, respectiva y correlativamente- bufoneaba la noticia estrepitosamente.
Besos, abrazos y el recelo de saber que ninguna de ellas era la preferida.
Venus Carroña miró a su hijo y le indicó que fuese a jugar. Calderón, azulado, le siguió detrás mientras el niño planificaba algo vinculado a castillos, caballos y vaqueros.
Carroña se sentó y vio a sus hermanas aún de pie, rígidas.
Esperaba fuese diferente. Creo que me equivoqué...
Mantis quiso darle el consuelo que le latía dentro, que de verdad estaba hastiada de ocultarse y deseaba que-- pero mientras la del medio sujetaba sus brazos, la ciega paralizaba su motricidad con la cuerda de un violonchelo...
Un centímetro más, y las tres hubiesen muerto.
El ambiente se enrareció con una densidad que hubiese aplastado a Conectitaque, aún muy pequeño y frágil para tolerar tales condiciones.
Venus Irrespirable, de entre las sombras, emergió siniestra y sin un brazo; apagado por la luz reinante.
Se cree que uno solo de sus besos basta para secar el espíritu de un hombre.
Ahora que estamos todos, ya no es necesario...
Venus Carroña guardó sus manos en los bolsillos.
Victoriana, Pajarera y Mantis se dirigieron hacia la salida, mudas, mordiendo preguntas, identidades, conjeturas.
Hermanas...
Al girar, las vieron venir; una para cada una. Irrespirable agradeció, pero rechazó el ofrecimiento devolviéndolo con el revés de su única y oscura mano.
Mientras la mayor se disipaba en los corpúsculos, esperando un día alguien haga foco en sus ojos-partícula, las otras tres lagrimeaban algo dolidas por la traición de ese hombre que era feliz aún con el odio que ellas le profesaban con hondo cariño; como la tierra en el cuerpo de una ceja de dientes afilados, desencajada y corrupta de vida.
En el jardín, Conectitaque jugaba con la figura de una radiante mujer. Calderón Acero respiraba apacible, releyendo el querer de un viejo amor mientras fumaba.
Perdonar es perdonar... ser libre es otra cosa. Es irse de este mundo sabiéndose amado. Sintiendo que esa sola persona, lo valió. Escoger ser por entero suyo...
Venus Carroña era feliz. Había sido encontrado por una mujer gustosa de despertar con él, de despertarlo y que él remolonee tanto más que Conectitaque... una mujer que se sentía feliz de ser la madre de su hijo.
[¿creíste que se trataba de otra y que ella estaba muerta?. De seguro la confundiste con Venus Irrespirable]
[no creas todo lo que lees]
El lechoso jugo laminado se escurría en el apretujado estrangulamiento manuprensivo de las tías poco afables y ofensionadas por esa costilla fraterna, apócrifa de hermanitud y rancios refrigerios.
Las reuniones familiares que nunca habían sido como las de antes; no volverían a ser como las de antes.
Irreconciliables, yéndose tomadas del brazo -y un olor agridulce- la una de la otra, al unísono en que su hermano salía al jardín para jugar con su familia, todos, cada quién a la dureza de su blanda mejilla al roce de una caricia, despertó en la aludida un estornudo...
Obumbratta; la hija del cultor de cebollas...
[...a quién Conectitaque llamaba “abuelo”]