1.3.07

imaginando al imaginador

Ante la titánica configuración de una curiosidad gestada, el desafío de las interrogantes y una decepción bien fundada, silabeando se confabuló un encuadre diferente, desafiante.
Escribía en trepando cuadraditos en folletín papelito con forma de mujer-boleto de un día-tren con girondos sin girondos, de esos en que se desea a toda costa, sin ninguna medicina, nacer con uno de esos botonitos de autodestrucción masiva para erradicarse de las faz de la tierra. No evadirse; destruirse. Sin embargo para eso necesitaría el bendito botoncito brillante, pero así nada más no es posible. Todo el mundo sabe que ese invento chino es yanqui y cuanta más pompa tenga, mejor.
Si no viene con bunker a miles de metros de profundidad de la superficie, dos llaves que giran hacia la izquierda y encienden una lucecita que pasa de roja a amarilla y dos tarjetas con códigos secretos que llevan dos tipos trajeados de gafas oscuras y maletines encadenados a sus muñecas y que al introducir el código y pasar la banda magnética de las tarjetas la lucecita pasa de amarilla a verde y ahí sí, sólo falta apretar el botón, pero no olvidemos que para hacerlo la luz debe estar escasa, la mesa tiene que ser larga y ovalada y debe haber, sí o sí (abstenerse de tal empresa caso contrario) un adorno con la banderita simulando flamear.
El efecto de la intermitencia de la luz roja en los sobrerelieves del rostro es imprescindible para el clima de tensión. Silencio absoluto. Todo eso sirve de nada ante un desorden del primer tipo -éste tipo, uno, yo- que entre maldecires y “carajos” se acuesta esperando encontrar el botonito bajo la almohada y apretarlo sin dubitar...
Si le dieran el otro botoncito; el que erradicaría toda la humanidad... bueno; mejor no preguntarle.
No es de las personas que sufre, sino de las que lo disfrutan sea propio y ajeno aunque no le guste (a veces no se está seguro que sea humano). Entiéndase que lo disfruta, no lo inflinge. Y tal vez por eso no concilia el sueño. ¿Qué males lo atormentan?. Piensa al respecto y... ninguno. ¿Qué mal ha hecho?... piensa un poco más... cree que ninguno, al menos no que él sepa. ¿Y entonces por qué no duerme?. Viene la lluvia con un nombre ajeno, algo dentro suyo se corre de lugar. Podría ser que algo dentro de él se corre de lugar, pero es él quien se corre de lugar dentro de la lluvia... sin nombre alguno.
Similar al deseo de dormir y no dormir como si fuesen dos llaves o dos tarjetas con algoritmos, pero... el tacto piel de un sueño desgarrado parecía haberlo sumido en las fauces de un día guerra; saltaba las gotas y los charcos como esquivando balas, minas antipersonales (son antipersonales porque quienes las entierran no dejan su firma o en el peor de los casos, dejan algo así como un "Disculpa, no es nada personal".
Los tigres al nacer no tienen rayas como las que tenía ese sueño de papelito mujer por sobre los árboles y del que despertó entreabierto, mordiendo y babeando la almohada. Parecía haber respirado el mismo aliento de un balcón y una copa. En sus ojos -las violetas saben de esos ojos- no había color; eran de opacos y absorbentes vacíos. Era un buen día.
La tormenta estaba afuera a corazón abierto, y el no había usado sus bisturíes, bisturís, bisturises... enterró manso su mano opuesta trasvasando la consistencia de sus huesos.
Los fracturó al expulsar su puño con la captura moribunda de eso que le hacía vida con una bruma delicada que se condensaba en él hasta mimetizarlo.
Precipitábase en él desde sí, desde aquél espacio dejado por ella; ella derramándose a la vez lo bebía entre curando con su boca y besos el vacío dejado; pisando el corazón expulsado, el rechazo... ¿y qué si no era más sueño de ella hecha tempestad que el de él condensado en sus senos?...
Tenía las rayas del sueño sobre su lomo. No, no era un depredador. No es una criatura que quisieras encontrar en tu cama sin que te refleje (tampoco deja de serlo a pesar de sus colmillos).
Podría contar una historia que todos entiendan (él cree que no podría) podría esquivar al universo y sólo contar con una voluntad única y un espíritu férreo. Podría hacerlo matemáticamente... siempre se preguntó por qué en la escuela primaria y secundaria tenía que usar hojas cuadriculadas para hacerlas... podría ahorrarse hacer ese tipo de preguntas y parecer menos imbécil. ¿Tu crees?... ¿Y qué le quedaría por pensar a los auténticos imbéciles?... no parece ser tan malo después de todo; no como quisiera. Además, nunca fue bueno con esto de los cálculos, el mercadeo y las economías telescópicas; ha de ser por eso que prefiere escribir trepando cuadraditos como quien descifra un milagro. Él sabe que las matemáticas lo contienen todo, incluso a la naturaleza misma. Le pelea con libros y jardines por desorden y diversión. Números reales, irreales, concretos, fracciones... cardinales.
...un poco como los sueños.
Y despierta masticando la almohada que creía haber estado masticando cuando despertó por primera vez... sólo que la primera vez estaba en compañía de una naturaleza repleta y desnuda como un pie descalzo que intenta treparlo horizontalmente y no por ello se crea que lo camina... un solo pie no camina (da saltitos).
Se relame por segunda vez, refriega sus ojos por segunda vez; no están sino llenos y la lluvia no es la misma.
La diferencia es que la que lleva dentro guarda la esencia de alguien que se entrega; y él sin paraguas dentro, la recibe. Está enojada como cajita china y le quema las manos. No está cerrada, pero no deja que él la abra. Un sello de papel reza "No me gusta que me hagan sentir lo que no me gusta". Algo se escucha dentro de la cajita. Algo que apenitas rompe el sello y lo mira por una hendija sin que él se dé cuenta. Como al despertar por segunda vez; él se sentía observado y no era sólo la lluvia... ¿puede ser confuso algo complejo?.
¿Y si esto está escrito para que lo entienda una sola persona y no es una adivinanza después de todo?... nadie tiene todas esas respuestas. ¿Y él qué?, el puede perder las esperanzas si no las busca, las descubre o las inventa. Si pierde eso, ya no harían falta botones... salvo los de una flor.
O los de una cajita que ruge escribiendo en cuanto papelito se le cruza, lo que sólo ellas, las flores, saben.
Entre gotitas de lluvia, el frío traducir como miedo no debes. El miedo es algo vivo, capaz de amar.
Lo bueno de decirlo todo, contarlo... sin decirlo.
Touché!.